Esta España y la mano de Dios.

España perdió con Francia el título de la UEFA Nations League, pero ganó en fútbol y experiencia, complicó a un equipazo y demostró que hay España a futuro.

“Esperanza”, me dijo un colega durante el España – Francia en San Siro, después del silbatazo de Taylor, que daba por finiquitada la edición 20-21 de la Nations League que tenía como nuevo campeón a los franceses, en una especia de revancha tras ser eliminados por Suiza en la Eurocopa pasada.

‘Realidad’, le contesté con una sonrisa. Y es que, a esta España, una potencia en construcción, la derrotó un equipazo. Once grandísimos futbolistas a los cuales los de Luis Enrique, por muchos lapsos del parejo partido, pusieron en aprietos y que de no haber sido por el talento individual del, para mí, máximo candidato al balón de oro, Karim Benzema, y su pronto golazo después del 1 a 0 de Oyarzabal, otro gallo habría cantado en el campo del Inter y el Milán.

“España”. Esta Roja, al igual que la de la Eurocopa y la de Juegos Olímpicos, perdió ganando… por lo menos a futuro. Porque cayó jugando ante grandes equipos ya hechos, ya afianzados. Perdió sin estrellas consagradas, de nivel Benzema, Griezmann o Mbappe y jugando al mismo nivel de estos.

Porque la selección de ‘Lucho’, nos caiga mal o bien y más allá de las ausencias madridistas o de la confusión de un fuera de juego más por el desconocimiento de la regla y la emoción personal, que por otra cosa; la regla es la regla y si bien Mbappé, sin la pelota, estaba en offside y tras el roce de García éste se lo daba y habilitaba, beneficiándose el hincha madridista de su posición antes inválida para conquistar el 1 a 2 y a la postre un título que dejaría la conversación en la jugada en lugar del campeonato, una jugada, más que de regla, de interpretación.

Más allá de todo ello, esta España de Luis Enrique sabe lo que quiere y ha quedado demostrado llegando (y peleando al tú por tú a golpe de juventud y táctica) a unas semifinales y una final continental; además, estirando sus brazos a otro partido por el título, el de las olimpiadas de Tokio, en esa ocasión de la mano de Luis de la Fuente, que comparte proyecto con el asturiano.

España tiene estrellas de nivel mundial, no hay duda, Sergio Busquets demostró que sigue siendo el mejor en su posición, pero delante de él, es verdad que a España le faltó la magia del diferente. Esa que sí tuvo Francia con Karim y Kylian.

Pero España ganó, porque lo que la derrotó fue solo eso, la magia del distinto que a pesar de ella se había puesto arriba en el marcador con el gol de Oyarzabal. Y a falta de que cuaje la juventud y se convierta en magia, recordando aquella mágica generación que se consagró como tal en Sudáfrica, esta España perdió ganando un gran futuro.

Por el momento solo queda esperar que los chicos no pierdan su pasión y sigan hambrientos siempre. Pero sobretodo que el fútbol, más allá de España y de Francia, no la pierda tampoco. Porque ¿qué es de la vida sin pasión? Mucho más ¿qué es del juego sin ésta que lo construye? Por qué parece que el error, la perspectiva, la decisión, para árbitros, periodistas y aficionados, ya no cuenta.

¿Qué sería de el Diego sin la mano de Dios?

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