Magia del Fútbol: Los árbitros, el ERROR y el VAR.

En la época de la sobreinformación, de la post-verdad, donde muchos creen saber más que los expertos solo porque “tienen sus fuentes”, aunque no haya resquicio de rigor en la elección o de comparativa aunque no nos guste leer a ‘los contrarios’.  

En el medio de una sociedad que se cree la más informada, teniendo toda la información a un solo click pero que es la menos informada de la historia. Por los algoritmos mercadológicos de los buscadores, las redes sociales, los intereses de sus patrocinadores y un largo etcétera. En el mundo del fútbol nos encontramos en estos tiempos, más que nunca, a los mejores árbitros en los sofás de las casas o en las barras de los bares en lugar de dentro del campo.

En una semana en la que el discurso mediático ha sido monopolizado por el VAR y el qué dirán de éste sus mil y un protagonistas (entre ellos, periodistas, blogueros, gente del fútbol, directivos, aficionados y algún que otro colegiado), después de ese interpretativo fuera de juego de Mbappe en la final de la Nations League.

Me apetecía subirme al tren y reflexionar no de lo menos reflexiónable, lo que divide y cabrea (a algunos) que es la jugada (algo pasado ya) y hablar de lo realmente importante… EL ARBITRAJE.

La actualidad del juego

Y es que, como en política se habla todo el santo día, todos los infernales años de lo que dijeron los vividores de sus protagonistas en lugar de lo poco que realmente influye, para bien, sus casi nulas acciones en la sociedad, el pueblo, sus clientes. En el fútbol, específicamente en el rubro del arbitraje, se habla más de las equivocaciones y no de lo que sería necesario hacer para mejorarlo.

El VAR

El VAR ha robado magia al juego, al que quizá es el juego más accesible y libre que existe; aquel del barro y la pelota de papel con cinta adhesiva (recuerdo que en mi primaria estaba prohibido jugar a la pelota y la hacíamos así). De alguna manera el espíritu del juego se va robotizando y eso es pérdida de libertad en su proceso, en lo poco libre que nos queda.

Cuando era chico una profesora de inglés me prohibió jugar al fútbol durante el recreo (no recuerdo la razón), pero drible el castigo de maravilla. Ese mismo día recorté en clase de ciencias dos rectangulitos de papel y los coloreé uno de rojo y otro de amarillo, luego los protegí con cinta. Ese día salí a la cancha respetando la regla de la autoridad estudiantil, a jugar a ser árbitro. Todavía recuerdo soñar pitar un penal, pasaron cuatro días para eso.

Anécdotas, estoy seguro, amigo del fútbol que tú también tienes anécdotas con el fútbol, porque el fútbol tiene algo mágico y es eso, su azarosa imprevisibilidad. Y el arbitraje es parte de ello.

O acaso, cuando tu padre te llevaba a la cancha no le recordabas al árbitro a su madre, pregunto. Es parte del ritual del juego. De lo que lo define.

Pérdida de identidad

En la actualidad, los secuestradores del juego, sus dueños, quieren eliminar todo eso y entonces me pregunto, más allá de un deporte, sin su identidad ¿qué es el fútbol? ¿qué lo diferencia del americano, del baloncesto, del béisbol, del criquet, del tenis? Quizá sea eso, lo libre y poco previsible que es y que con ello provoca sorpresas como las del Sheriff donde David vence a Goliat.

Las nuevas reglas del fútbol buscan detenerlo, encadenarlo, no por el bien de la justicia, sino por el bien del dinero, la previsibilidad, las apuestas y la falta de MAGIA.

El fútbol, como una expresión de la sociedad que nos recuerda nuestros aspectos más instintivos, está perdiendo identidad.

Ese fútbol que ha construido barrios e identidades de pueblos e incluso naciones. Ese juego de la pelota que ha creado mitos modernos. Están intentando enjaularlo y enjaulado, pausado, perderá creatividad, picardía, insisto, MAGIA.

Si mecanizamos al arbitraje, después vendrá al jugador… Y así habría más partidos y, por ende, más dinero.

Si metemos cámaras que tracen líneas por ordenador, en un futuro ya no tendremos árbitros asistentes y el de la tribuna no tendrá a quién pedirle que baile o con quién desahogar que su jefe durante la semana es un sinvergüenza. Es decir, más exactitud y menos magia.

En la actualidad lo que ha cimentado esa magia del fútbol, su cercanía con la gente mediante su historia y tradición, parece que ya no importa. Lo importante son los nuevos mercados. Hace unas semanas el mítico Arséne Wenger se preguntaba por qué no crear una regla que evite que los equipos jueguen hacia atrás, así se motivaba la verticalidad, como se hace en algunos deportes americanos. Pero es que esta clase de reglas pareciera que van contra la naturaleza del mismo.

Porque la naturaleza del fútbol es similar a la de la propia vida, el fútbol no es utópico, el factor error existe y lo ha hecho tan cercano y tan grande como la misma raza humana en el universo, una preciosísima rareza que aporta belleza ante el oscuro abismo.

Míticos errores. 

Desde ‘el gol fantasma’ del Inglaterra-Alemania del mundial del 66… ¿Qué sería de los creadores del fútbol reglado sin ese gol? ¿Sin su único título mundial? ¿O de El Diego sin la mano de Dios que tanto eleva su figura al grado del máximo mito del deporte?  

Podría hablar de lo bueno que nos aportan los árbitros, pero ese es su trabajo y si los aplaudes de más fallarían más, como los políticos cada tantos años (durante sus elecciones).

La función del árbitro dentro del juego, es la de impartir justicia incluso cuando esta justicia sea injusta. Incluso cuando se equivoque, porque los árbitros a diferencia de os legisladores, si se equivocan, la gran mayoría de las veces es de forma involuntaria.

Hay una historia preciosa de esa justicia casi social en un partido de la Great Bromley Cup de la FA en 2001, el Iowly Wimpole perdía contra el Earls Cones por 20 a 1, el de negro bajó de pecho y remató a gol regalándoles un tanto más a los pobres derrotados. Y aunque el árbitro fue inhabilitado, la gente se acuerda más de dicha anotación que de la burda goleada. Esa es LA MAGIA…

LA MAGIA

Hablemos de otros ejemplos de esa magia, la MAGIA del ERROR. Esa que apareció en los anales de la historia del balompié (preciosa palabra), durante el primer mundial, Uruguay 1930. El anfitrión se enfrentaba a Yugoslavia en Montevideo y un policía, cuando la pelota salió del campo, le pasó la pelota al charrúa Peregrino Anselmo para hacer el 2 a 1 que los llevaría a la final. El árbitro ni se percató ¿Oh sí? Es ya irrelevante.

La mayoría no se queja cuando le beneficia o termina creando su propia verdad. 

Otra historia fantástica del fútbol, de nuestros amigos árbitros, fue aquel ‘somos adultos, no bebamos fanta’ del árbitro alemán Wolf Dieter Ahlenfelder, tras acabar en 1978 el Werder Bremen-Hannover al minuto 43’ del primer tiempo por el pedo que traía encima.

Fantástico.

O los escandalosos arbitrajes a favor de los coreanos en el mundial de éstos compartido con Japón en 2002, recordemos los partidos contra España o Italia, goles anulados, expulsiones y un largo etcétera, pero los coreanos tienen en el recuerdo su mejor mundial en casa. Cero justicia, pero la vida es como es también, no podemos tener el control la mayor parte de las veces y el fútbol es especial porque es esa última expresión mediática que se asemeja a este milagro.

Aquel gol de un recoge pelotas en Brasil. Las costillas y dientes rotos de Battiston por una falta fantasma, según el árbitro, tras un tacle al más puro estilo de la Lucha Libre por parte de Schumacher en el mundial de España 82.

Las tres amarillas a Simunic en Alemania 2006…

Incluso el posible mejor árbitro de la historia, Pierluigi Collina, en la Champions del 2005, omitiendo un penal al Everton, por parte de un jugador del Villarreal cuando el delantero inglés tenía roto el jersey.

¿Qué será del fútbol sin ese error? Qué aburrido sería que mi novia nunca me contrariara ¿no?

Los goles de los árbitros, sus caídas, sus pérdidas de las tarjetas y los jugadores escondiéndoselas o expulsándoles de broma. Ese es el fútbol, el que nos recuerda la infancia, la calle. A la perfecta imperfección.

El otro bando

Siempre hay jugadas difíciles de interpretar; sin embargo, el gran problema del fútbol actual es que el VAR en lugar de seguridad, ha dado inseguridad al cuarteto oficial que está en el campo, queriendo recurrir a por todas al palco, donde no entienden ni el momento, ni las emociones del partido, y eso también influye. Todo esto repercute en que parece ya que TODAS las jugadas son difíciles de interpretar… El árbitro cayó en un estado de confort compuesto por errores ya no involuntarios, sino injustificables.

DOY UNA IDEA. Silbantes, ignoren al VAR. Solo así se irá.

Silbatazo final.

Y así podríamos seguir, que si las reglas las hace gente que no jugó; que si ese es un argumento insensato teniendo en cuenta que los veterinarios curan canes sin haber sido perros; que si el deporte lo están robando los millonarios al pueblo; que si los jugadores han perdido piso; que si esto o que si lo otro.

Lo cierto es que el futbol es un juego que fluye como el viento, como el mundo, no es robóticamente tan predecible.

Lo cierto es que los gringos dicen una preciosa frase: “If it is not broke, do not fix it” (si no está roto, no lo arregles).

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